De la cultura como recurso a la culturización de la economía

Una vez presentado los antecedentes y las intenciones del plan de cultura de Barcelona , continuo con un resumen basado en los debates y materiales de la asignatura,  para situar el Plan de cultura de Barcelona en algunas corrientes  teóricas que lo inspiran.

La economización de la cultura o utilizar la cultura  como un recurso,  trae consigo una nueva forma de enfocar el papel de la cultura como forma de extraer unos beneficios tangibles en un nuevo contexto de  globalización  en el que también juegan un papel importante las organizaciones mundiales.  Nace entonces una nueva forma de hacer política, florecen las empresas de gestión cultural, la culturización de la economía  y el término culturización de la economía.
El marco crítico de la ‘Industria Cultural’ planteada por Adorno y Horkheimer en ‘La industria cultural como engaño de masas’ ha ido cambiando hacia discursos que sitúan  a la cultura como principal recurso político y económico.  Estos discursos más ‘plurales’  cambian a partir de los  80s,  conducidos por conceptos como el de ‘Las industrias culturales’   que dan un giro positivo a las concepciones críticas anteriores de la noción en singular de Industria Cultural, entrando en un nuevo paradigma donde se empezarán a activar políticas públicas y planes estratégicos donde la cultura actuará como eje central.
Autores como George Yúdice o Toby Miller han analizado críticamente ese cambio de estatuto de la cultura como recurso y las diferentes políticas públicas que lo han implementado, revisando el discurso que lo moviliza y los diferentes organismos que lo han llevado a cabo.
George Yúdice (2002). El recurso de la cultura: usos de la cultura en la era global
George Yúdice; Toby Miller (2004). Política cultural

En el libro el Recurso de la cultura de Yúdice, el concepto de recurso absorbe y anula las distinciones, prevalecientes hasta ahora, entre la definición de alta cultura, la definición antropológica y la definición masiva de cultura.

Raymond Willams distinguió cultura entre el sustantivo independiente y abstracto que designa un proceso general de desarrollo intelectual, espiritual y estético; el sustantivo independiente que indica un modo de vida determinado, de un pueblo, periodo, un grupo o la humanidad en general y el sustantivo independiente y abstracto que describe las obras y practicas de la actividad intelectual y especialmente artística.

En Política cultural Yúdice y Miller explican la historia de la gestión cultural en Occidente, presentando un análisis profundo de política cultural en el que se refleja el papel de ésta en el proceso de construcción de los estados, de los ciudadanos consumidores y del mercado. El análisis se sitúa a nivel de las instituciones administradoras y productoras de cultura  y sirve de base para análisis posteriores centradas en el sujeto y en el proceso de apropiación de la cultura, la cultura como recurso y la economización de la cultura.

La cultura como recurso y la economización de la cultura

Utilizar  la cultura como un recurso significa  que ésta se pueda medir económicamente  y que por lo tanto tenga una utilidad demostrable. Se trata de dejar atrás las concepciones que concebían la cultura como un objeto que se justifica a si mismo o como una vía de emancipación o liberación.
La cultura empieza a ser central dentro de la globalización y deberá justificarse por su utilidad   para resolver conflictos sociales  o diplomáticos, generar desarrollo económico, revitalizar barrios degradados, etc.
La cultura  pasa a un primer plano como herramienta de transformación económica, política y social.
Esa concepción de la cultura como recurso viene en gran medida impuesta por la retirada del Estado de gran parte de sus competencias, reduciendo la subvención directa de todos los servicios sociales incluida la cultura.
Esta reducción de gastos estatales empuja al sector de la cultura y de las artes a

“afirmar que pude resolver problemas como mitigar las luchas raciales, ayudar a revertir el deterioro urbano mediante el turismo cultural, crear empleos, reducir el delito y quizás generar ganancias” (Yúdice, El recurso de la cultura).

Con datos tangibles e informes que así lo contrastan, organismos como el Banco Mundial pueden entonces invertir en proyectos de desarrollo cultural.

“la cultura por la cultura misma, cualquiera sea esta, nunca será financiada, a menos que proporcione una forma indirecta de ganancia” (Yúdice, El recurso de la cultura).

La economización de la cultura no viene marcada simplemente por una necesidad de cubrir un mercado concreto o por un proceso de mercantilización de la cultura tal y como lo denunciaron Adorno y Hokheimer, sino por una razón economicista aceptada desde el Estado a los agentes del sector cultural que, en pleno paradigma neoliberal han de usar y justificar la cultura como un instrumento del que se extraigan unos beneficios medibles, ya sean sociales, políticos o económicos.
La economización de la cultura trata del diseño y puesta en valor de la cultura como motor económico, como vértebra para el cambio de modelo económico en el paradigma postfordista y como acicate para la terciarización de las ciudades. La economización de la cultura está íntimamente relacionado con el cambio de estatuto de la cultura del que nos habla Yúdice, la cultura como recurso. Este proceso se verá avivado por los programas de promoción de la cultura como válvula para el desarrollo económico de las ciudades que podemos ejemplificar en los planes para la capitalidad cultural y en proyectar el atractivo cultural (su patrimonio, un festival de música, etc.) para captar mayor tasa de turismo. Este proceso afecta a la manera de entender la cultura, los programas y prácticas culturales.

El papel de las organizaciones mundiales

El nuevo concepto de cultura es reproducido por entidades oficiales nacionales y supranacionales como la NNU, la Unesco,  el Banco mundial, etc. Yúdice afirma que

“ Cabría aducir que la cultura se ha convertido simplemente en un pretexto para el progreso sociopolítico y el crecimiento económico, pero aun si ese fuera el caso, la proliferación de tales argumentos en los foros donde se discuten proyectos tocantes a la cultura y al desarrollo locales, en la UNESCO, en el Banco Mundial y en la llamada sociedad  civil globalizada de las fundaciones internacionales y de las organizaciones no gubernamentales, han transformado lo que entendemos por el concepto de cultura y lo que hacemos en su nombre. (El recurso de la cultura Yúdice)
“La única forma de convencer a los dirigentes del gobierno y de las empresas de que vale la pena apoyar la actividad cultural es alegar que esta disminuirá los conflictos sociales y conducirá al desarrollo económico (El recurso de la cultura Yúdice)

En el documento,  Informe de la UNESCO: World Bank (1999) ‘Culture Counts: Financing, Resources an the Economics of Culture in Sustainables Development´ hay una declaración en este sentido.
Una nueva forma de hacer política, las empresas de gestión cultural y la Culturización de la economía

La Política Cultural es una nueva forma de hacer política con unas instituciones y designios políticos muy concretos contrapuestos a otros, con el pretexto de la cultura.
En esta nueva etapa de la cultura son muy importantes los gestores. En las últimas décadas  han aparecido gran cantidad de empresas de gestión cultural que son las más capacitadas para desarrollar proyectos que cuenten con una cobertura económica importante.
La gestion cultural y su aplicación en ciudades como parte de las políticas de los planes de renovación urbana. Dan por ello cuenta de la experiencia Londres, Barcelona y otras ciudades incluso en America Latina.  En la web del Plan de Barcelona  existen vínculos a las ciudades de Manchester, Toronto, Montreal, Buenos aires, Lille, Paris, Londres y Vancouver.
La alta cultura se torna un recurso para el desarrollo urbano en el museo contemporáneo (por ejemplo, el Guggenheim de Bilbao).
Los rituales, las prácticas estéticas cotidianas tales como canciones, cuentos populares, cocina, costumbres y otros usos simbólicos son movilizados también como recursos en el turismo y en la promoción de industrias que explotan el patrimonio cultural.
La gestion cultural y su aplicación en ciudades como parte de las políticas de los planes de renovación urbana. Dan por ello cuenta de la experiencia Londres, Barcelona y otras ciudades incluso en America Latina.

La culturización de la economía afecta a todo el modelo de ciudad y se caracteriza por dar identidad cultural a un contexto a través de lo que produce el sector creativo y por introducir dinámicas culturales dentro de las propias empresas.
George Yúdice nos habla de este proceso poniendo como ejemplo Londres, que se convirtió en el centro de tendencias en la música, en la moda, en el arte o en el diseño,  bajo el programa ‘Cool Britania’ desarrollado en los 90s, Londres pasó a ser un contexto donde los sectores de la moda, el diseño, el arte contemporáneo, la publicidad, etc. pasaron a ser el gran valor diferencial de su modelo de ciudad y económico.
Esos sectores se caracterizan por ser un tejido empresarial formado por pequeñas productoras, freelances, cooperativas, etc. y no grandes estudios ni grandes estructuras como la cinematográfica o los grandes sellos de la industrias discográfica. Ese tejido empresarial es el que se denominará ‘industrias creativas‘.
Dentro de las empresas tradicionales, también se introducirán dinámicas culturales para optimizar la productividad a través de la denominada ‘cultura corporativa’, es decir, una serie de valores y modos de hacer (y de ser) que están íntimamente relacionados con una marca comercial. Los trabajadores han de sentir que forman parte de la marca, han de interiorizar un estilo de vida que se forja dentro del espacio de trabajo.